jueves, 27 de agosto de 2009

Lo que nos (des) une

- De una u otra forma, todo.
- La imposibilidad.
- Mis miedos.
- Tu tristeza.
- Tu hermosura.
- Mi realidad y la tuya.
- El abismo que existe en medio de ambos.
- La situación misma.
- Que me estoy volviendo loco.
- Que no lo adviertas.
- Que todo siga como si nada.
- La cosificación.
- Que no lo soporto.
- Hacer lo "correcto".

fue correcto?

lunes, 24 de agosto de 2009

El tiempo no para

Disparo contra el sol con la fuerza del ocaso
Mi ametralladora está llena de magias.
Pero soy solo un hombre más.

Cansado de correr en la dirección contraria,
sin podio de llegada y mi amor me corta la cara,
porque soy sólo un hombre más.
Pero si pensás que estoy derrotado,
quiero que sepas que me la sigo jugando
porque el tiempo, el tiempo no para.

Unos días sí, otros no, estoy sobreviviendo sin un rasguñón,
por la caridad de quien me detesta.

Y tu cabeza está llena de ratas.
Te compraste las acciones de esta farsa
y el tiempo no para.
Yo veo el futuro repetir el pasado,
veo un museo de grandes novedades
y el tiempo no para, no para.

Yo no tengo fechas para recordar
mis dias se gastan de par en par
buscando un sentido a todo esto.



Extracto
de la canción "El tiempo no para" del disco "De la cabeza con Bersuit" de Bersuit Vergarabat. Gran Canción.

sábado, 22 de agosto de 2009

Lo que nos une.

- Una lluvia alucinante en el sur de Chile.
- La historia aquella de los cigarros que pudimos encontrar en la madrugada.
- Que adivinaras la hora que era.
- Hacer lo "correcto".
- Un disco increíble que me hiciste escuchar.
- Unos cuantos mensajes clandestinos.
- Unos inolvidables trueques musicales.
- Tus sonrisas y miradas que me regalas entre la obscuridad.
- Algunas que otras letras.
- La magia que existe.
- Mi admiración constante.
- Una canción en particular de ese disco tan increíble.
- El inicio de este blog.
- Reconocer que esto es "raro".
- Entender que nunca será.
- Lo nervioso que estoy escribiendo ahora.



miércoles, 19 de agosto de 2009

YO LA QUERÍA.

Hoy compré unas copas, seis. Copas de vino, obviamente para beber vino. Y compré una botella también. Cabernet Sauvignon Reserva 2007. Un buen vino a mi parecer. Hoy tendría invitados en el departamento. Nada ultraprogramado, pero se suponía que si vendría alguien. Para conversar, acerca de la vida y todo eso. Y también beber vino. Hace tiempo que no juntaba a algunos amigos aquí. Este departamento carece de esos momentos; con los de la ruta de liquido rubí, con los hermanos de mente, las "cenicientas de saldo y esquina", los que hablan mucho, y los que no tanto, los que bailan, los que fuman, los que hacen reir, y preocuparte, a los que se les quiere y los que, simplemente, vienen. Todos carecen.

Lamentablemente nada ocurrío. Nadie llegó, nadie vino, ni por el vino. Entonces, acabo de guardar las copas, solo cinco de estas, y destapar la botella, porque claro, con las ganas no me voy a quedar. No Señor! Así que al momento de redactar estas lineas disfruto del cuerpo intenso y del color joven, brillante y atractivo, con tonos violáceos sobre un color guinda oscura, donde predominan las ciruelas maduras, junto a tonos de frambuesa y fresa que me da mi vino. Porque es mio, ahora que no hay con quién compartirlo. Ahora que estoy solo, pensando en lo que no fué, en lo que ha sido, y será. Mi liquido rubí, que es en nariz es muy expresivo y me insinúa notas dulces y reminiscencias de canela, y que en boca es completamente consistente con sus aromas; el ataque es firme, gustoso y joven, con presencia de berries. De cuerpo medio y taninos finos -pero firmes-, que expresa gran rugosidad y buena longitud. Entonces, levanto la copa y brindo por ella. Salud!, porque hoy se acabó.

Yo la quería, de eso no hay duda. Pero lo que teníamos no podía seguir y se acabó. Hoy hablaría de eso también con los amigos que no vinieron. Hablaría de lo que me afecta y lo que me hace completamente feliz en estos días. Hablaría de ella, por qué no?, si yo la quería.

Le había dicho que nos juntaramos a almorzar ese día, que me esperara si llegaba tarde. "Hoy no ha sido un buen día, pero la pega es así, mi pega es así", le dije, porque igual llegué tarde. Ni siquiera almorzamos, y claro, porque más o menos sabiamos de que se trataba la conversación. Para qué almorzar?, así que fué solo un jugo y un café. Agrío por lo demás.

Asi que bien, disfruto de mi segunda copa, mientras repaso en mis recuerdos los mejores momentos que tuvimos. No fueron muchos, nos veíamos poco. Ella en sus cosas y yo con las mías, sin tiempo, como fué la consigna de siempre; "no tengo tiempo". Todo destinado al "mal necesario" de trabajar.

Yo la quería, y ella lo sabe, no cabe duda. Pero se acabó. Supongo que ahora estará mejor. Encontrará a alguien que de verdad tenga todo el tiempo y se lo dé. Le regale flores, la espere a la salida de su trabajo, la vea todos los días, le diga a cada instante que la ama, que la extraña, y la tratará con sutileza, como lo merece, y por sobretodo la aceptará con todo lo que ella es. Yo la quería y jamás hice aquello. Quizá con la estupidez de sentirme seguro que nada cambiaría. Solo dejé que el tiempo, que no había, pasara. Y pasó. Se acabó.
Seguramente con los amigos que estarían hoy acá, no hubiese sido este el tema.

viernes, 14 de agosto de 2009

WALDO.

Mi vecino de departamento es un tipo al que no he visto muchas veces. En realidad, solo lo he visto una vez, hace tres días. Venía llegando con ropa deportiva, unos fonos puestos, unas zapatillas casi nuevas, blancas, parecidas a las usadas por Forest Gump en su travesía de salir a correr, un paño en la cabeza con la bandera de Inglaterra que decía "Glory", y varias gotas de sudor cayendo por su frente. Lo saludé y subimos juntos en el ascensor, lo que significó enterarme que era mi vecino. Debe tener unos treinta y tantos, pero representa varios años más. Es de estatura media, como la mía, flacuchento y barbón. Usa una barba de varios días que no se le ve nada de bien. Es algo escasa en algunos lugares de su cara, quizá por causa de varias cicatrices que no se alcanzan a esconder.
Como estuvo la corrida?, le pregunté, sin ánimo de molestarlo. "Trote", me dijo. "No corro, troto". De inmediato comenzó a parecerme algo singular. Su extraña forma de hablar, como con el aire hacia dentro, de pronunciar, remarcado las eses y erres. Esa particularidad de mirar tan fijamente a los ojos cuando dice sus palabras, moviendo las manos de manera casi siniestra. (tal cual lo hacía Rodrigo Muñoz-Medina interpretando sobre las tablas a Sanhueza en La Pequeña Historia de Chile).
Me hace falta salir a trotar, pensé, y se lo dije. "Cuando quieras podemos salir juntos, El Parque Almagro es peligroso de noche y de a dos sería mejor", me respondió. Y le lancé un "alguna vez te acompañaré". Entonces, acto seguido, me apuntó con el dedo, me miró fijamente, respiró hondo, se tomó algunos interminables segundos y me estremeció diciendo. "Te cobraré la palabra".

Al día siguiente, y luego de pensar que, después de todo, no es tan mala idea salir por las noches a trotar, o correr un poco y votar un algo de stress acumulado, aunque ya el día haya sido bastante exigente, aunque haya estado casi 14 horas trabajando, aunque realmente llegue al departamento muy cansado, solo con ganas de dejarme abrazar por las sabanas y acariciar por la suavidad del algodón, presente en cada hilo de la almohada, y aunque sea acompañando a este tipo tan desconocido y con cara de psicopata obsesivo compulsivo. Me decidí.

Y sucedió. 22.40 hrs, venía llegando de la pega, hastiado, como ha sido la tonica de la semana (larga por lo demás) y me lo volvi a encontrar, esta vez de salida. Usaba la misma pinta que traía la vez anterior, salvo por el paño de la cabeza, lo que delataba su avanzada calvicie y otras tantas cicatrices. Nos saludamos al cruce, y mientras entraba al ascensor escuché que le decia a Roberto, el conserje, que la noche anterior "estuvo peluda la trotada". Me dirijió una mirada serena, casi de preocupación. La puerta del ascensor comenzaba a cerrar, cuando reaccioné. Espérame, yo te acompaño. Le grité.

Subí al dieciocho, mi piso, dejé lo que traía en el suelo, me saqué toda la ropa, busqué rapidamente un buzo, unas zapatillas, una polera, un polerón, un gorro y me los tiré encima. Terminé de vestirme en la bajada. Ahí estaba Waldo, mi vecino desconocido, que ahora tiene nombre, y un gran nombre por lo demás, esperando a su unico conocido en este edificio, aparte del conserje, por lo que me dijo.


Hoy que no fui a trotar, por la tan necesitada lluvia que cae sobre Santiago, que de seguro dejará más de alguna calle o sector anegado, decidí dedicarle esto a mi vecino, que desde hoy es Waldo, el raro.

jueves, 13 de agosto de 2009

Inicio. Bienvenidos

“Sucede periódicamente que los cambios que nos afectan, aquellas cosas buenas y malas que te marcan antes y después, son prácticamente simultaneas en las realidades de otras personas cercanas”
Quiero comenzar diciendo esto, porque en esta empresa que he comenzado a fundar, mi empresa de vida, me he encontrado con muchas personas que, arbitrariamente a lo que muchos puedan decir, piensan casi o practicamente lo mismo que tú. No sé, a ciencia cierta, si aquello puede o no significar algo positivo. Lo que si significa, por lo menos para mi, es que existe esa afinidad de pensamientos que a veces tanto me gusta y eso si que se agradece.

He conocido personas maravillosas en este tiempo. Y maravillosas, con todo su real significado. Estaban allí, desde hace un rato, pero hoy por hoy, las conozco de verdad. Más allá de saber su nombre y apellido; saber lo que piensan, lo que quieren, en lo que creen. Son grandes personas. Y eso me hace ser una gran persona también.

Y en este universo confuso de las promesas rotas, ser una gran persona es algo importante.




Este es el inicio de este blog. Gracias a quién lo visite.