lunes, 14 de mayo de 2012

Death

Me pone nervioso saber que nunca he soñado con mi muerte. O que me matan. Muchas personas siempre se ven incluso en sus funerales, o han tenido imágenes claras de lo que significa morir o de lo que viene después. Sueñan con que los asesinan, los asaltan, o los raja Freddy Krueger en dos, o que el Tila te hace añicos, o que Jason los pilla tirando y se los pitea. Yo, tan solo en una esquina, mientras los autos pasan a más de 80 en zona urbana me pongo a pensar... "un día uno de estos va a perder el control, va a arrancar de cuajo este poste que está acá y a mí me va a reventar contra un muro".

Tampoco he sentido ganas de morir, tan seguido. De matarme, por ejemplo, algunas veces. Pero se quedan allí, en un sentimiento. Conozco intentos de suicidio y gente que lo ha logrado. En ese sentido me siento más que afortunado. Porque si te mueres por un ataque al corazón o atropellado o por un accidente doméstico y/o laboral torpe es como que no hay nada que hacer. Pero decidir no seguir es un terreno oculto e incomprensible para mí. Intento entender por qué hay quienes no quieren seguir adelante. Pero está más allá de mí. Pienso en los tipos jóvenes que se quitan la vida, pero me es más sorprendente saber de tipos viejos que se quitan la vida. Esperar toda tu vida para ponerle fin. Triste.

Entonces pienso que sobre la base de la siempre útil estadística, una persona promedio como usted o yo se la pasará casi tres cuartos de su vida acumulando derrotas o muertes ocultas: rojos en el colegio, último lugar en carreras contra el tiempo, goleadas en el fútbol de barrio, remaches record en contra en el vóleibol, minos que perdiste a manos de otra, minas que se fueron o prefirieron a catorce de tu curso antes que tú, o a un personaje odiado de alguna forma, una pega en la que llegaste a terna final y no te avisaron nunca que no quedaste, una carrera perdida a mitad de camino, un pc malo para poder hacer el último capítulo de alguna tesis de grado, desperfectos en vehículos en el día de la cita de amor de tu vida... demandas, querellas, acusaciones, accidentes detenciones, noches en cana, y por qué no decirlo, intentos de suicido.

Bueno. Es difícil meter la memoria de lleno en tres cuartos de la existencia pero de ser posible también sabemos que los traumas son espantosamente palpables después de años en que ocurrieron.