jueves, 6 de agosto de 2015

agosto 2015.... inicio real de lluvia y otros menesteres

Hoy llovió, y sigue lloviendo. Pronostican un frente de mal tiempo para todo el fin de semana. Y no se por qué le llaman de mal tiempo, ni tampoco se cuantos milímetros caerán , pero supongo que hartos. Bastan unos minutos para que posas de agua inunden el pasillo. Hay que agarrar la escoba y el impermeable. Barrer. Empujar el agua a la pileta es útil para lavar la pintura gris que cubre el piso. Queda limpio. La lluvia y el ejercicio de remover el agua lluvia, se soporta de mejor manera teniendo un nivel de empatogenamiento mínimo estimulado. La máquina de la empresa vecina emite un extraño ruido que se transforma en el soundtrack. Muy de sector industrial. Constante. Muy presente. La pileta colapsó. La tapa de alcantarilla es bastante compleja de sacar. Entonces, barrer con mayor intensidad. Mis zapatos no aguantan el agua tanto como mis ganas. El extraño soundtrack sigue igual los últimos minutos. La pintura se lava bien. Piso limpio. Sigue lloviendo. Recuerdo que son 100ml los que se esperan para el fin de semana. El pasillo pintado gris, tiene una longitud de 35 metros. Desemboca en el portón de acceso hacia el taller de escenografía donde trabaja, entre otros, Anibal, que aparece a desde el fondo haciéndome una seña que logro entender. Anibal es dificil de describir, es un tipo rudo y efectivo en el trabajo. Creo nos respetamos mutuamente. La empresa vecina no deja de emitir ese soundtrack extraño que acompaña mi acción de pasar la escoba de un lado a otro intentando limpiar el piso. Pies mojados. Frio. Sueño. El nivel mínimo de empatogenamiento estimulado por los agentes químicos o naturales, de preferencia, producen a menudo sentimientos de empatía, amor y cercanía emocional con los demás. En este caso la empatía es con la lluvia, con el extraño soundtrack sector industrial constante, con la escoba, el impermeable, el pasillo. Deberían estimular el sueño. El descanso. No puedo dormir. Suena el despertador. No. No es el despertador, es una llamada. Decido no contestar. Decido seguir en la lluvia. Decido. Sigo empujando agua hacia la alcantarilla al mismo tiempo que se hace un silencio. La máquina de la empresa vecina se detuvo. Me levanto. Es de noche. No hay escoba ni agua. Si lluvia. Más intensidad. Viento. Frio. Sueño. Se escucha de fondo. Este sonido de lluvia reemplaza al extraño soundtrack producido por la maquina del lado que produce discos de corte para metal y cemento. Está oscuro. No hay tampoco impermeable, ni tapa de alcantarilla a la que empujar el agua. Ni pasillo pintado de gris que lavar con el agua lluvia que se junta. Tampoco está Anibal haciendo una seña que logro entender. Ni tampoco el Seba que ha estado empujando el agua a la pileta con la escoba y el impermeable. Tampoco hay nada que decir. Hay sabanas, frazadas, almohada. Hay ruido. Salgo a mirar. No hay nadie. Solo yo con el cuchillo en la mano intentando amedrentar al ladrón. No hay nadie. Intento dormir. Silencio. Incomodidad. Lluvia y el impermeable. Piso gris, agua, empatogenamiento, el que induce la sensación de empatía y que produce efectos emocionales y sociales que ayudan a soportar la lluvia que no para. Y las ideas que van y vienen sin orden aparente. Inicio real de la lluvia. Insomnio. Pastillas. Ruido. Horas sin dormir Recuento del día dentro de la cabeza donde vuelve a sonar el soundtrack extraño. Sube de intensidad y pasa a ser molesto. Constante. Desde el principio. Amanece. Viento. Vuelve la lluvia. 100 ml. Escoba e impermeable otra vez. No dormí. De nuevo a  iniciar el día. Escoba, pasillo inundado. Sueño. Cuchillos. Portón que abrir. Excel que ordenar. Algo que escribir. Suena el teléfono y si es la alarma. 7.30. Intensidad. Ruido de máquinas. Ideas sin ordenar y otros menesteres.