jueves, 6 de agosto de 2015

agosto 2015.... inicio real de lluvia y otros menesteres

Hoy llovió, y sigue lloviendo. Pronostican un frente de mal tiempo para todo el fin de semana. Y no se por qué le llaman de mal tiempo, ni tampoco se cuantos milímetros caerán , pero supongo que hartos. Bastan unos minutos para que posas de agua inunden el pasillo. Hay que agarrar la escoba y el impermeable. Barrer. Empujar el agua a la pileta es útil para lavar la pintura gris que cubre el piso. Queda limpio. La lluvia y el ejercicio de remover el agua lluvia, se soporta de mejor manera teniendo un nivel de empatogenamiento mínimo estimulado. La máquina de la empresa vecina emite un extraño ruido que se transforma en el soundtrack. Muy de sector industrial. Constante. Muy presente. La pileta colapsó. La tapa de alcantarilla es bastante compleja de sacar. Entonces, barrer con mayor intensidad. Mis zapatos no aguantan el agua tanto como mis ganas. El extraño soundtrack sigue igual los últimos minutos. La pintura se lava bien. Piso limpio. Sigue lloviendo. Recuerdo que son 100ml los que se esperan para el fin de semana. El pasillo pintado gris, tiene una longitud de 35 metros. Desemboca en el portón de acceso hacia el taller de escenografía donde trabaja, entre otros, Anibal, que aparece a desde el fondo haciéndome una seña que logro entender. Anibal es dificil de describir, es un tipo rudo y efectivo en el trabajo. Creo nos respetamos mutuamente. La empresa vecina no deja de emitir ese soundtrack extraño que acompaña mi acción de pasar la escoba de un lado a otro intentando limpiar el piso. Pies mojados. Frio. Sueño. El nivel mínimo de empatogenamiento estimulado por los agentes químicos o naturales, de preferencia, producen a menudo sentimientos de empatía, amor y cercanía emocional con los demás. En este caso la empatía es con la lluvia, con el extraño soundtrack sector industrial constante, con la escoba, el impermeable, el pasillo. Deberían estimular el sueño. El descanso. No puedo dormir. Suena el despertador. No. No es el despertador, es una llamada. Decido no contestar. Decido seguir en la lluvia. Decido. Sigo empujando agua hacia la alcantarilla al mismo tiempo que se hace un silencio. La máquina de la empresa vecina se detuvo. Me levanto. Es de noche. No hay escoba ni agua. Si lluvia. Más intensidad. Viento. Frio. Sueño. Se escucha de fondo. Este sonido de lluvia reemplaza al extraño soundtrack producido por la maquina del lado que produce discos de corte para metal y cemento. Está oscuro. No hay tampoco impermeable, ni tapa de alcantarilla a la que empujar el agua. Ni pasillo pintado de gris que lavar con el agua lluvia que se junta. Tampoco está Anibal haciendo una seña que logro entender. Ni tampoco el Seba que ha estado empujando el agua a la pileta con la escoba y el impermeable. Tampoco hay nada que decir. Hay sabanas, frazadas, almohada. Hay ruido. Salgo a mirar. No hay nadie. Solo yo con el cuchillo en la mano intentando amedrentar al ladrón. No hay nadie. Intento dormir. Silencio. Incomodidad. Lluvia y el impermeable. Piso gris, agua, empatogenamiento, el que induce la sensación de empatía y que produce efectos emocionales y sociales que ayudan a soportar la lluvia que no para. Y las ideas que van y vienen sin orden aparente. Inicio real de la lluvia. Insomnio. Pastillas. Ruido. Horas sin dormir Recuento del día dentro de la cabeza donde vuelve a sonar el soundtrack extraño. Sube de intensidad y pasa a ser molesto. Constante. Desde el principio. Amanece. Viento. Vuelve la lluvia. 100 ml. Escoba e impermeable otra vez. No dormí. De nuevo a  iniciar el día. Escoba, pasillo inundado. Sueño. Cuchillos. Portón que abrir. Excel que ordenar. Algo que escribir. Suena el teléfono y si es la alarma. 7.30. Intensidad. Ruido de máquinas. Ideas sin ordenar y otros menesteres. 


lunes, 14 de mayo de 2012

Death

Me pone nervioso saber que nunca he soñado con mi muerte. O que me matan. Muchas personas siempre se ven incluso en sus funerales, o han tenido imágenes claras de lo que significa morir o de lo que viene después. Sueñan con que los asesinan, los asaltan, o los raja Freddy Krueger en dos, o que el Tila te hace añicos, o que Jason los pilla tirando y se los pitea. Yo, tan solo en una esquina, mientras los autos pasan a más de 80 en zona urbana me pongo a pensar... "un día uno de estos va a perder el control, va a arrancar de cuajo este poste que está acá y a mí me va a reventar contra un muro".

Tampoco he sentido ganas de morir, tan seguido. De matarme, por ejemplo, algunas veces. Pero se quedan allí, en un sentimiento. Conozco intentos de suicidio y gente que lo ha logrado. En ese sentido me siento más que afortunado. Porque si te mueres por un ataque al corazón o atropellado o por un accidente doméstico y/o laboral torpe es como que no hay nada que hacer. Pero decidir no seguir es un terreno oculto e incomprensible para mí. Intento entender por qué hay quienes no quieren seguir adelante. Pero está más allá de mí. Pienso en los tipos jóvenes que se quitan la vida, pero me es más sorprendente saber de tipos viejos que se quitan la vida. Esperar toda tu vida para ponerle fin. Triste.

Entonces pienso que sobre la base de la siempre útil estadística, una persona promedio como usted o yo se la pasará casi tres cuartos de su vida acumulando derrotas o muertes ocultas: rojos en el colegio, último lugar en carreras contra el tiempo, goleadas en el fútbol de barrio, remaches record en contra en el vóleibol, minos que perdiste a manos de otra, minas que se fueron o prefirieron a catorce de tu curso antes que tú, o a un personaje odiado de alguna forma, una pega en la que llegaste a terna final y no te avisaron nunca que no quedaste, una carrera perdida a mitad de camino, un pc malo para poder hacer el último capítulo de alguna tesis de grado, desperfectos en vehículos en el día de la cita de amor de tu vida... demandas, querellas, acusaciones, accidentes detenciones, noches en cana, y por qué no decirlo, intentos de suicido.

Bueno. Es difícil meter la memoria de lleno en tres cuartos de la existencia pero de ser posible también sabemos que los traumas son espantosamente palpables después de años en que ocurrieron.

martes, 22 de marzo de 2011

PostaCentral/extracto

Teno se ubica en la Región del Maule, provincia de Curicó. Es reconocida por la activa participación de guerrillas patriotas durante el período en el que se logró la independencia de Chile. Recuerdos imborrables son los que quedan de esta época. Se destaca La Casa de Francisco Villota, quien estuvo al mando de un grupo de campesinos patriotas para combatir a las fuerzas realistas que se encontraban en Curicó. Algún integrante de la Familia Navarro estuvo allí, Juan no tenía, a ciencia cierta, una prueba fehaciente de aquel antecedente, pero su abuelo decía que se lo había dicho su padre desde que era pequeño. Eso bastaba para él y nunca lo olvidó. De ahí, seguramente, venía esa intrínseca fuerza con la resistió por tanto tiempo los embates que le originaron las interminables y fatídicas sacudidas que castigaron sus tierras. Lo perdí todo, la casa era de adobe, queó toíta en el suelo, no pude sacar na. Repetía constantemente. Juan Navarro Peña, campesino de Teno, castigado por tres terremotos durante su larga vida, solitario en la Posta Central de la Capital, en donde no había estado nunca, sabía que a pesar de su avanzada edad se volvería a levantar otra vez. Era su única convicción que lo mantenía con vida. Debía volver a Teno.

domingo, 28 de marzo de 2010

Queeeeeeé!?


Dicen que necesitamos más dinero para educación. Más libros, más maestros, más aulas, más escuelas. Necesitamos más exámenes para los niños y probablemente dirán que ya intentamos todo eso. Igualmente los niños no pasan los exámenes. No se preocupen por eso, dicen, vamos a bajar la dificultad y eso es lo que hacen en muchas escuelas; bajan la dificultad para que más niños puedan pasar. Más niños pasan, mejor se ve la escuela y todos felices. Y el coeficiente intelectual del país cae dos o tres puntos. Y pronto, lo único que necesitarás para entrar es un puto lápiz. Luego, todos se preguntan por qué otros países gradúan más científicos que nosotros. Educación, educación! Los políticos conocen esa palabra y la usan contra nosotros. Tradicionalmente los políticos se han escondido detrás de tres cosas; La Bandera, La Biblia y Los Niños. "ningún niño será olvidado". Oh, sí.

Pero hay una razón para esto, una razón por la cual la educación apesta, y es la razón por la cual jamás se arreglará. Nunca se pondrá mejor. No busquen arreglarla porque jamás lo podrán hacer. Sean felices con lo que tienen, porque los dueños de este país quieren eso. Que sean felices con lo poco y nada que tienen. Hablo, directamente, de los verdaderos dueños. Los que toman las decisiones y controlan este país. Los de apellidos con dos eres, los de grupos económicos demasiado acomodados. Los dueños de todo el lugar. Olvídense de los políticos por ahora. Ellos son puestos ahí para darte la sensación de que tienes libertad de elegir. Y eso es lo que crees. Pero no la tienes. No tienes elección, tienes dueños. Son tus dueños, los dueños de todos. Son los dueños de las tierras importantes, controlan las corporaciones, los medios de comunicación, las grandes tiendas, las empresas de transportes, aerolíneas, la bolsa, las carreteras, equipos de futbol, farmacias, empresas constructoras, de servicios básicos. Hace tiempo compraron y pagaron por el Senado, el Congreso, las legislaturas, los municipios, todo. Tienen a los jueces en sus bolsillos traseros y son dueños de los grandes medios. Así pueden controlar toda la información que recibes.


Nos tienen de las pelotas. Gastan billones de dólares cada año haciendo lobby para conseguir lo que quieren; más para ellos y menos para todos los demás. No quieren una población de ciudadanos capaces de pensar críticamente. No quieren gente informada, educada y de pensamiento crítico. No están interesados en eso, porque eso no les ayuda, pues va contra sus intereses. Así es; no quieren personas suficientemente listas como para sentarse y pensar como están siendo engañados por un sistema que los tiró por la borda hace más de treinta años. Lo único que quieren es Trabajadores obedientes. Obreros obedientes. Personas que sean lo suficientemente inteligentes para operar las máquinas y hacer el trabajo administrativo y lo suficientemente estúpidas para aceptar pasivamente todo ese aumento de trabajos de mierda, con mala paga, más horas, reducción de beneficios, el fin del pago de las horas extras. Te lavan el cerebro haciéndote creer que quizás lo harán bien, dándote un bono Marzo. Dinero que ahora más que nunca te sirve, por supuesto, y que ahora ves con tan buenos ojos. Pero luego te lo quitarán, quieren el dinero de tu jubilación. Lo quieren de vuelta para dárselos a sus malditos amigos criminales de Wall Street y de sociedades constructoras de edificios que se caen con un terremoto.

Pero saben algo, algún día lo tendrán. Lo tendrán todo. Porque son los malditos dueños del lugar. Es un Gran Club. Y tu ni yo estamos en el. Es el mismo Gran Club que usan para machacarte la cabeza todo el día cuando te dicen en que debes creer, en que pensar y que comprar. La mesa ha sido inclinada, el juego está arreglado y nadie parece darse cuenta. A nadie parece importarle. Y peor aún, las buenas personas, trabajadoras y honestas, oficinistas, obreros, no importa qué color de camiseta tenga, las buenas personas, de vidas modestas, humildes, que apenas alcanzan a llegar a fin de mes, con la miseria de sueldo que consiguen trabajando catorce horas diarias. Esas buenas personas, con el cerebro lavado continúan eligiendo a estos adinerados chupa-penes a los que no les importas en lo más mínimo, no les importas un carajo. No se preocupan por ti, para nada, para nada, para nada. Pero a nadie parece importarle. Ese es el hecho de que nosotros probablemente continuemos obstinadamente ignorantes y pasados a llevar eternamente. Es hora de hacer algo, no creen?

jueves, 18 de marzo de 2010

Posta Central


Basado en un hecho casi real

Juan Navarro Peña, octogenario campesino oriundo de la ciudad de Teno, accidentado con un bloque de adobe que cayó sobre su pie causándole una fractura expuesta, el día del terremoto, trasladado de Curicó hasta San Fernando y finalmente al box de Traumatología de la Posta Central, jamás imaginó que se juntaría allí con Juan Peña Navarro, maipucino anciano, afectado de fibrosis quística y osteoporosis, que la noche anterior sufrió una fractura en su cadera producto de lo frágil de sus huesos. Antes que ellos, en el mismo box, Rodrigo Lemal, citadino joven de casi treinta años, accidentado semanas antes, con dos fracturas en su brazo derecho, esperaba por atención, quejándose del fuerte dolor que le provocaba el yeso que tenía puesto. Ambos ancianos, los enfermeros y doctores, incluso el mismo joven no sabían lo que esa noche les tenía preparado.

Teno había quedado destrozado, nada en pie. Los más de ocho grados del terremoto habían sido implacables. Juan Navarro Peña tuvo una sola convicción pasadas las tres y media de la madrugada de aquel trágico día; "aquí me muero", pensó. Recordó que veinticinco años antes, otro terremoto le había despojado de su lado a la mujer con la que cumpliría en esos días, más de medio siglo de casados. Todo se desplomó en cuestión de minutos. Solo y como pudo trató de resistir en su casa, resguardando solamente lo esencial. Perdí todo, se lamentaba, mientras su pierda castigada por un bloque de adobe sangraba sin parar. Las gallinas, la cosecha de papas, las lechugas, su casa, sus recuerdos, sus hijos, su mujer, su fé, todo estaba perdido.

Producto de un cáncer a la próstata, el anciano del sector poniente de la capital, Juan Peña Navarro, quedó inmovilizado desde la cintura hasta la punta de sus pies hacía ya varios años. Dependía exclusivamente, para todo, de la única hija que se quedó con él para cuidarlo. No sentía ningún dolor. El tampoco.

martes, 9 de marzo de 2010

Lo que no puedes controlar


Nunca puedes cuantificar exactamente la magnitud de una catástrofe, porque es bien sabido que debes estar en los zapatos de quien sufre para determinarlo. Nunca esperas tampoco que algo te afecte a ti, o a los tuyos. Siempre quieres dominarlo todo. (Hablaré desde mi tribuna). Siempre quiero dominarlo todo.
El mismo día del terremoto fui a un matrimonio a Calera de Tango. Pensé hasta el último momento que lo darían por suspendido, dada la magnitud de los acontecimientos. El cura jesuita que ofició la ceremonia, en el mismo salón de eventos, pues la Iglesia donde estaba contemplado hacerla se desplomó, dijo una frase que me ha seguido hasta hoy; "Hay cosas que no podemos controlar", y creo que tiene toda la razón, a pesar de que siempre quiero hacer lo contrario. En fin, por sobre todas mis expectativas, reconozco qué lo pasé muy bien.

Ayer estuve casi ocho horas en un posta de la capital, tendido en una camilla, esperando por atención. Comprendí en ese momento las palabras del cura. Tengo dos fracturas en mi mano diestra, un trauma encéfalo craniano cerrado, muy leve, un yeso que me incomoda para todo; para dormir, para comer, para asearme y lo único que quiero es quitármelo, por la sencilla y absurda razón de querer controlar mis actos, y no verme limitado ante situaciones tan sencillas como las que ya mencioné.

Fueron casi ocho horas eternas, y claro, pudo haber sido menos, pero mi resguardo médico no daba para otra atención que no fuera la pública. No pagué ni un peso. Solo pagué en tiempo. A mi lado, en el box de atención, un reo de la cárcel Colina Uno lloraba angustiado, derivado desde el hospital penal por un desangramiento que lo tenía al borde de la muerte. Los gendarmes que lo acompañaban hablaban de cómo resistieron el terremoto, de cómo les gustaba trasladar reos a centros hospitalarios, para ver "enfermeras ricas" y de cuanto habían gastado cada uno en sus celulares de última generación. Yo, tratando de orinar en una especie de jarra plástica, por todo el líquido que me metieron en la sangre, sumamente menoscabado, simplemente escuchaba con atención.
Mi regocijo mayor, fue al salir, y no solo porque ya estaba hastiado en la camilla, sino más bien por ver a todos los que me esperaban afuera; los representantes de cada uno de mis seres cercanos y queridos que frecuento. Estaba parte de mi familia, de mis amigos, y de mis dos lugares de trabajo, verlos a todos reunidos fue gratificante, mucho más incluso que poder orinar bien después de tanto rato.

El novio de aquel matrimonio al que fui, decía algo que también recuerdo muy bien; "tenía todo programado, hasta las 3:34 am, ahí volví a ser yo". A eso del mediodía de ayer volví a la calma de golpe, no militar, sino de golpe al suelo. Venía de un ritmo muy acelerado, queriendo siempre controlarlo todo, trabajando y trabajando, sin vacaciones, pero una caída desde casi seis metros de altura en una escalera me frenó. El resultado ya está escrito, literalmente. Ahora, se supone que debería guardar reposo, y es lo que intento, soportando réplicas acostado en mi cama, en un décimo octavo piso de mi edificio, que por suerte no ha sufrido tanto como la Iglesia de Calera de Tango ni como el reo de Colina Uno.

Gracias a todos por estar ahí. Tanto física como emocionalmente. Los quiero mucho.

sábado, 2 de enero de 2010

Veinte diez. 2010


Día sábado.
Segundo día de este año Bicentenario. Nada que hacer. Reviso algunos mails, envío algunos otros. Y nada, eso. Repaso un poco la tele, y me doy cuenta que es pésima. No puedo hacer ningún tipo de llamadas, porque le regalé mi celular a mi hermana pequeña de quince años… (en realidad es como un préstamo), así que estoy incomunicado momentáneamente, lo que a la larga terminó siendo bueno, pues lo que ahora escribo se lo estaría diciendo a mi interlocutor de turno, al otro lado del celular, si es que lo tuviera. Y si es que me escuchara. En fin.

Entonces, me preparo algo para comer, me sirvo un wiskey con hielo, porque ahora tomo wiskey po'h galla. Aunque en realidad podría ser güisqui, como diría el bueno de Sabina. Un güisqui on de rocs. Me acuerdo entonces de la canción y la escucho. Y simplemente bebo y fumo. Porque también volví a eso, de fumar. Y harto.

Tengo un montón de sueño, no he dormido lo adecuado en estos días. Y no precisamente por estar celebrando la ida del viejo y la llegada del nuevo. Del nuevo año. Aunque en parte igual. La cosa es que estoy bastante cansado.
Hay bastante que contar en realidad. Pero me limito a decir que fue un buen año. En balances generales, claro. Nada en detalle, porque si me pongo a hilar fino, con el güisqui on de rocks, con Sabina de fondo, capaz que me ponga a llorar, de pura rabia…."tanto la quería….." (decía Sabina)


Llegué hace unas horas de la pega, y mañana voy igual. Que rico! El teatro poh. Era si no. "Stgo a mil", me brinda esa maldita posibilidad de estar diecinueve días seguidos yendo al teatro de seis a once. Solo me faltan las quinientas noches y sería redondo todo lo que estoy diciendo ahora. Algunos quizá me entiendan. Pero a estas alturas estoy algo fome. Más fome que Don Francisco un sábado en la noche, tratando de hacer reír a un montón de cubanos hijos del exilio que viven en las tierras del Tío Sam, creyendo que estar en Sábados Gigantes y en Miami los hace feliz. Yo lo estaría.

Bueno, sin otro particular y deseándole un feliz año a todo el mundo que quiero, y a todos lo que no quiero también, pues las buenas cosas que me han pasado también ha sido en parte por ellos. Y para ellos.

Les quiere mucho,
Rodrigo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

De cómo recordarte sin querer hacerlo


Tercera Parte


Decir a rompe y raja que algunos de mis compañeros no les ha ido bien, porque simplemente han muerto (pausa) no es del todo digno. Si me escuchara ahora la madre de ese compañero, a quién, entre paréntesis, estimé mucho, de seguro que me diría un par de chuchás. Me lo merezco, pues finalmente no soy una buena persona, y nadie lo es, en todo caso. Cuando vi a esa preciosa chica en el metro hoy, aparte de mirarla de soslayo, debí haberla ayudado con esa enorme caja que llevaba consigo, porque ahora que hago memoria, tenía cara de afligida. Quizá por eso me miraba, para pedirme ayuda y yo me pasé todos los rollos del mundo. Claro, si venía hablando del concierto al que yo también asistí. Y claro, si como dicen por ahí el amor se sobre lee. Pero bueno, lo acabo de decir, no soy una buena persona. Ni tampoco sé lo que pasa conmigo.



Hay mucha gente que en realidad no son buenas personas. Hay gentes que simplemente dan asco. Con la magnificencia de esa palabra. Asco. Aprovechadores, sinvergüenzas, flojos, mediocres, ganapanes, maleducados, flaites, ladrones, ordinarios, chantas, ineficientes, coimeros, políticos, gente con mala actitud. Y entre ustedes y yo, en lugares decentemente administrados a tipos como estos ya los habrían sacado a patadas en el culo, desde hace mucho tiempo. Pero no pasa nada, pues todo finalmente da asco. Como sea, si estuviese la mamá de mi compañero que en paz descanse, pido las disculpas respectivas. Señora, su hijo era un buen tipo. No formaba parte de esa lista. Era un tipo con buena actitud.


No sé lo que pasa conmigo y me lo he cuestionado varias veces. Creo que me falta motivación. Bueno, en realidad, estoy carente de varias cosas en este momento. Estoy en pleno sufrimiento por un amor no correspondido y creo que haría cualquier cosa, incluso humillarme, por ese amor. La chica del metro, o esa compañera guapísima que encontré por internet, nunca serán como tú.

Si, si sé que me estás escuchando en algún lugar, siempre lo pienso, siempre te imagino caminar atrás de mí. Que me sigues. Y que cuando abra la puerta entrarás y me sorprenderás. Y sé que nunca será así. Por lo mismo, busco siempre una forma de bajarle la persiana al mundo, y siempre detrás de las persianas se encuentra un mundo personal lleno de promesas vacías, de amores rotos y de soluciones desesperadas. Y todo lo que pueda decir; mis historias del pasado, la ausencia de mi padre, de mis ex compañeros, de las carencias afectivas, de la soledad, de no ser una buena persona, de la falta de logros, de las veces que me fui de casa, de las veces que empecé de cero, todo aquello es la descripción perfecta a ese universo confuso de las promesas rotas, a las sacudidas estremecedoras a que es sometido siempre mi sublime mundo conyugal, cuando las bases del amor están corroídas hasta la médula.
Es como el intento descarado de salvar el amor en una gran fiesta swinger y descubrir que ya no hay nada que salvar, y que irónicamente puede que encontremos un nuevo horizonte allí. Entonces, parece que llegar al fondo del abismo es solo el comienzo, el fuego necesario que extingue y la vez fertiliza, la vieja historia de morir para renacer.




Morir para renacer. Creo que si me volviera a escuchar la mamá de mi ex compañero muerto no serían chuchás las que me diría. Seguramente haría una reflexión, así como yo lo acabo de hacer.


Es la muerte la que brinda la posibilidad del renacer, el escape a través del fondo del océano, o sea, transitando la muerte como una bisagra entre vidas, y no como la culminación de todo. Así como Dave Gahan, el vocalista de Depeche Mode, tuvo que morir para volver a ser como era. Renacer. Quizás deba hacer lo mismo. No tengo respuesta para definir lo que pasa conmigo. Pero renacer es una buena opción. ¿Qué dices?Hoy cumplí treinta y tres años. Tú ya debes tener veinticinco. El tiempo ha pasado desorbitadamente. Hace diez años las cosas parecían ser más fáciles. Hoy, antes de meterme al Metro caminé por las calles del centro sin una dirección clara. No sabía a dónde iba, no sabía que buscaba, que quería, solo caminaba. Caminaba esperando encontrar algo que me hiciese cambiar mi bajo estado de ánimo. Cuando creía tener claro dónde ir, lo olvidaba. Cuando suponía lo que quería, me arrepentía de aquello. Fue una mañana fría, pero más fría estaba mi cabeza, sin pensar, sin concretar una sola idea. Solo caminaba, con la sensación de no ahogarme entre la multitud, de no dejarme llevar por mis esporádicos estados de falta de ánimo. Por eso es que no sé lo sucede conmigo. La idea de iniciar un viaje se me hace cada vez más latente. Debería viajar. Irme a recorrer. Tengo unos ahorros. Que por suerte he podido juntar. La plata no es para guardarla, es para disfrutarla. Siempre decías eso. Debería hacerte caso.Si me estás escuchando, y tengo la esperanza de que sí, te espero mañana en el aeropuerto, en destinos internacionales. Dónde alguna vez nos despedimos y no nos volvimos a ver. ¿Hagamos una locura juntos? Una vez hablamos acerca de viajar. Siempre lo hacíamos. Tu querías hacerlo, y yo ahora también. 

No nos vemos desde hace un montón de tiempo, pero siempre estás presente. Tomemos el primer avión con el destino que sea y arranquémonos de todo lo que nos ahoga. De todo lo que nos separa. Te estaré esperando. Vestiré completamente de negro, como siempre, tú sabes, tendré una maleta pequeña, con solo lo necesario. No hace falta equipaje. Llevaré puestos los audífonos que me diste, porque de seguro que estaré escuchando alguna canción que tenga que ver contigo. Una de Depeche, esa que te gustaba tanto. Little fifteen, ¿te acuerdas?..you help her forget, the world outside, you' re not part of it yet, and if you could drive, you could drive her away, to a happier place, to a happier day, that exists in your mind and in your smile, she could escape there, just for a while.

Little fifteen

viernes, 30 de octubre de 2009

De como recordarte sin querer hacerlo

Segunda Parte
Cuando me fui de la casa, pensé que era solo un capricho adolescente y no duraría ni tres meses. Pero la idea de independencia era algo que perseguía desde hacía mucho tiempo. Y bueno, tan lejos no andaba. Alcancé a estar casi por un año. Y volví. Y cuando lo hice encontré todo tan mal, todo tan distinto a como quería que fuese realmente. Ya tenía otra perspectiva y quería cambiarlo todo. Quería que todo marchara a la pinta mía, pues siempre creía tener la razón de cómo sobrellevar esa casa, de cómo hacer que las cosas funcionaran bien. Lo intenté y no lo pude hacer. Nuevamente me fui. Esa vez huyendo de forma definitiva. Y nuevamente a empezar de cero, como siempre lo he hecho. Siempre me he tenido que reformular desde el principio. Siempre me he tenido que construir una nueva vida, no muy distinta a la que tengo, pero todo el tiempo empezando de abajo. Han pasado varios años desde esa decisión. Hoy todo marcha a la perfección, creo. O quiero creer. Disfruto de mis medianos éxitos, de mi mediana solvencia económica, que al final de cuentas no sirve de mucho, pues sigo solo. Disfruto de la soledad para encontrarme a mí mismo, pues también sigo sin entender lo que sucede conmigo. Extraño la compañía de alguien, la extraño.

A algunos de mis compañeros del liceo les ha ido peor que a mí. Algunos simplemente han muerto.
Otros, estuvieron o están metidos hasta las patas con las drogas, y otros simplemente tomaron el camino fácil. Y claro, porque el liceo donde estudié era un asco si lo comparo con los liceos o institutos en donde estudiaron mis ex compañeros de la básica. En ese liceo casi todos piteaban o tomaban, incluso en la misma sala. Hasta con los profesores. A casi la mitad del curso le interesaba mucho más un pito o una pichanga que una prueba. Quizá por eso me destaqué entre todos. Era fácil.

Aquel liceo quedaba en medio de tres o cuatro poblaciones peligrosas, incluida en la que yo vivía. De donde salí. De donde me arranqué. En donde crecí y pasé gran parte de mi corta vida. Hoy, esas poblaciones están iguales o incluso peor, casi tanto como la mitad de los alumnos de aquel liceo que fumaban pitos en el baño, en el patio, e incluso en salas de clases, con los profes. Era terrorífico. Hoy, aquel liceo ha cambiado, pero solo su fachada, por dentro sigue siendo igual que antes, o peor, tal como las poblaciones adyacentes a este. Claro que ahí conocí también a quienes con los que hoy en día tengo una muy buena relación de amistad. Eso ha sido lo positivo, la creación de lazos afectivos. Eso, y todo lo que consigo lleva esos lazos. Personas con buena actitud. Grandes personas que a través de los años se han ido transformando en referentes a emular.

También aprendí una profesión, por supuesto, y es con lo que hoy me defiendo ante la vida. Me quejo, pero ni tanto. Hubiese querido otra cosa por supuesto, pero como dicen por ahí, “es lo que hay”. Ante eso no puedo hacer nada. Mi padre estuvo ausente casi siempre, es lo que recuerdo, y las opciones eran pocas, así como también el dinero, ante lo cual mi madre optó por lo que pudo, con su garra indestructible de siempre.

Me enorgullece hablar de ella, de mi madre, a pesar de ese abismo que nos separa en ocasiones. Abismo que se creó a causa de tantas injusticias y situaciones inimaginablemente dolorosas que no valen la pena recordar. Ella hizo lo que estuvo a su alcance en algún momento y eso es lo que cuenta ahora.

lunes, 26 de octubre de 2009

De cómo recordarte sin querer hacerlo.

Primera Parte


Venía en el metro y vi una chica preciosa. Estaba al celular hablando del recital de Depeche Mode con alguien. Le puse atención, pues yo también había asistido. Incluso acababa de escuchar unos de sus discos en mi Ipod. Me saqué los fonos. De pronto comenzó a mirarme y me puse nervioso. No sé lo que pasa conmigo, es algo que habitualmente me sucede y no lo puedo controlar. Lamento ser un torpe siempre en ese aspecto de mi vida, así como en tantos otros. Pero no puedo evitar ponerme así con la mirada de una hermosa mujer. La cosa es que me miraba mientras hablaba por su celular, y yo la miraba también. Era genial. Salvo por las reiteradas veces en que agachaba mi cabeza o desviaba la mirada, observándola de soslayo. Era hermosa, de delicados rasgos faciales, con unos inquisidores y claros ojos verdes. Blanca, tanto como yo, de nariz perfecta y labios pulcros. Sus manos eran finas, usaba las uñas cortas, bien limpias. Vestía completamente de negro, al igual que yo en los últimos años. No usaba maquillajes ni nada en el rostro, lo que la hacía más blanca aún. Era hermosa. Era esbelta, de piernas largas y delgadas. De cintura fina. Sus brazos eran delgados también, al igual que todo su cuerpo. Al mismo tiempo que terminó su llamada el tren tuvo una frenada brusca, lo que hizo que cayera muy cerca mío, tanto como para reconocer en ella a Donna Karan. Aún recuerdo ese perfume. Me pidió disculpas y sonrojé, como un idiota. Solo atiné a darle un "no te preocupes", con una voz de ultratumba. Ella sonrió. Yo seguía mirándola de soslayo. No tuve la valentía de preguntarle algo como para iniciar una conversación. Algo en relación a ese recital que al parecer tanto le había gustado. Tanto como a mí. Solo nos mirábamos, eso fue todo. Nos mirábamos y lo único que hice, fue no hacer nada. Ella se bajó y yo no la seguí. No entiendo bien lo que pasa conmigo.


Hace unos días en internet, encontré a la chica más linda e inteligente que alguna vez conocí, y que pensé que jamás volvería a ver. Una ex compañera de básica guapísima, de hace muchos años, por lo menos doce, cuando todo era mucho más diferente que hoy por hoy, cuando no andaba por ahí pensando en lo que hoy pienso, cuando aún creía, cuando las esperanzas todavía existían, cuando estaba carente de experiencias, cuando era mucho más hueón que ahora. Un cabro chico. De trece o catorce años. Cuando no pensaba en nada más que estudios, mapas, juegos, bolitas, volantines, trompos, música, monitos animados, revistas pornográficas y pajas. Cuando todo era paulatinamente estable, cuando no entendía lo que justamente eso significaba. En la época del bowying incognito.

Entonces, bastó con escribir su nombre, que a decir verdad, fue el primer nombre que se ocurrió poner en la barra de búsqueda, y ahí estaba tan bella como siempre, en una foto que imagino es muy reciente. Los años han hecho de ella una mujer, una verdadera mujer. Estaba igual de hermosa que en esos tiempos. Le ha ido bien, "con altos y bajos", lo sé, pues respondió a un e-mail que le mandé de inmediato la encontré. Le expliqué, primero que todo, quién era yo y de dónde nos conocíamos. Afortunadamente se acordó de inmediato. Fue genial. Hoy pasé a un cyber y fue gratificante leer su respuesta. Al mismo tiempo que lo recuerdo, pasan por mi cabeza un montón de destellos de aquella etapa de mi vida. Estoy hablando de casi quince años, no lo recuerdo bien, son un montón de recuerdos, un montón de años. No quisiera adentrar en ninguno de ellos, no ahora, pues no sabría como describirlos. Como sea, a causa de ello, he vuelto a entrar en contacto con mis ex compañeros de la básica. Ha sido muy grato. A casi todos con los que he hablado les ha ido bien, y eso me alegra. Han terminado sus carreras, han sido madres, viven en otras ciudades, incluso en otros países, trabajan en buenos lugares haciendo lo que aprendieron en las aulas de sus universidades. Profesores, arquitectos, ingenieros, por sobretodo ingenieros, periodistas, diseñadores. Yo, no. Hago lo que he aprendido en escuela de la vida, y me ha ido bien, bueno, al menos este último tiempo. He tenido momentos lánguidos, como todo el mundo, pero he sabido llevarlos, o por lo menos, soportarlos. He soportado la inclemencia de momentos económicos patéticos y la estadía en Dicom. También de lucrativos años, pero no he hecho nada bueno al final de cuentas. Creo que debería viajar. Irme a otro país, así como lo hicieron algunos de estos ex compañeros. Sería bueno viajar, me gustaría irme a algún país primermundista y conocer la vida, la verdadera vida y alejarme de toda esa farsa de país, esta farsa de personas asquerosas que manejan este país. Arranquémonos.

En cierta forma yo igual he sido profesor, periodista, ingeniero, diseñador, arquitecto, siempre las hago todas. Me fabrico el tiro de esquina, lo pateo, lo cabeceo e incluso la atajo. He tenido que aprender a hacer y ser de todo. A falta "de"…en fin. He visto fotos de algunos de ellos, de mis ex compañeritos de la básica, hay unos que usan barba, terno y corbata, y se ven todos mayores que yo, o eso creo. A veces me da algo de envidia, claro que en ocasiones es todo lo contrario. Eso de tener cara de cabro chico resulta ser, hasta cierto punto, aceptable. Pero ha pasado el tiempo. He crecido, en relación a años atrás, obvio. Física, fisiológica y antropológicamente, solo he agregado unos cuantos kilos, unos tatuajes que no me gustan y que quisiera borrar, unas ojeras horribles de tantas noches sin dormir, unas cicatrices varias en el cuerpo y en el corazón, unos callos por ahí, de tanto caminar, unos cuantos dolores de cabeza, unos centímetros más de altura, una sordera que va y viene, una micro epilepsia hacinada en el ojo izquierdo, un gusto patético a lamentarme de todo más de la cuenta, un poco más de pelo en donde nunca pensé que saldría, un sonambulismo que me tiene enfermo, un aliento a alcohol y tabaco, y un hígado de mierda que apesta tanto como mi mal gusto. No sé lo que ha pasado conmigo en este tiempo. Estoy joven aún, claro, pero no he tenido algún logro importante en la vida, algún logro significativo por cual alegrarme. Alegrarme realmente. Estudié varias cosas, pero no terminé ni una sola. Eché por la borda lo que podría haber sido muy importante para mí. Y siempre culpo de ello a la ausencia que dejó mi padre en mi vida, como si de algo hubiese ayudado lo contrario. No es la gran cosa, claro, si lo comparo con otros casos. No me ha ido tan mal, pero tampoco he logrado metas importantes. Irme a vivir solo creo que ha sido una de ellas, pero me ha costado resistir. Sé que no es fácil, pero me quejo demasiado, y eso lo notan mucho mis cercanos.