Capitulo1, extracto
El entonces estaba a punto de cumplir veintisiete años cuando caminaba decidido a su apartamento luego de un curioso, pero agradable día, que terminó, laboralmente, poco antes de la hora de almuerzo. Improbablemente sabría lo que el final del mismo le tendría preparado.
Se levantó temprano como fue la tónica de la semana entera, pues debía dejar resuelto varios compromisos para la firma a la que representaba. Por suerte, todo salió de acuerdo a las expectativas. Se cerraron varios negocios y las comisiones respectivas se harían efectivas en un corto plazo. Por lo mismo pensó que se tomaría unos días para descansar del agotador ritmo que traía desde meses. Todo estaría bien. De acuerdo a los planes.
Era un día de sol. Había llovido demasiado, semanas antes, y el calor comenzaba a secar lo húmedo que había quedado la tierra. Las aves se juntaban todas donde siempre, algunas más osadas entraban en aquella amasandería, que a él tanto le gustaba, a robar algo de comer. Cruzó corriendo la calle para tratar de alcanzar a cruzarla por completo, el Sol lo encandilaba y lo hizo estornudar. Se detuvo un momento para sacar de su chaqueta negra con líneas blancas un pañuelo con que limpiarse la nariz. El resfriado en el que estaba lo hacía estar sonándose todo el día. Miró, entonces, el inicio del Paseo peatonal que tanto le gustaba, se puso los anteojos obscuros, los fonos, ajustó el volumen a dos líneas menos del máximo y le dio "play" al reproductor donde traía el disco que le había recomendado escuchar esa hermosa mujer por la cual en esos días ya no podía dormir.
Caminó sin pisar el césped que siempre estaba tan perfectamente cortado. Pensó, como lo hacía siempre, en que "alguien dejó caer su enorme helado de menta y pistacho sobre el pasto, razón por la cual adquiría ese color casi pintado". Una brisa fresca le refrescó el rostro e hizo volar una de las últimas hojas secas que quedaban. La siguió con la mirada, pensando en el hermoso detalle que eso significaba para él. Al mismo tiempo, el calor del sol le entibió el cuerpo, lo que de inmediato le hizo recordar que la primavera ya estaba próxima. Eran mediados de Septiembre, el clima comenzaría a cambiar, las flores retomarían la vida que el invierno les arranca. Los enormes árboles que le daban la bienvenida volverían a florecer. Con el poco de viento que aun soplaba, y con el cielo despejado, ver las banderas en aquellos gigantes mástiles de acero flamear contentas, era un hermoso espectáculo. Los arbustos, también contentos, bailaban al ritmo de las momentáneas ráfagas que iban y venían.
El Monumento a La Batalla de Maipú que emergía imponente a un costado de los mástiles, daba a las palomas el lugar perfecto para reposar un poco, además de estampar sus desperdicios sobre la cabeza de O'Higgins. Las piletas rebozaban. El destello de las aguas, enfriaba el aire del lugar y lo hacía respirable. La Feria Artesanal que estaba ahí desde hacía una semana, con muchos puestos de ropa, juegos, dulces, perfumes, posters de películas, cantantes y grupos musicales, y obviamente artesanía de todos los tipos, llenaba el lugar de mucha gente; niños, jóvenes, adultos y ancianos, lo que le gustaba mucho. Pues le daba vida al lugar. Hacía ya bastante tiempo que no caminaba por ahí una tarde de sol. Solo le había tocado caminar de noche en el último período. Igualmente adoraba el lugar. Fuese de día o de noche, a sol o a sombra. Aquel Paseo Peatonal se había transformado para él en una especie de Montmartre, evidentemente sin la historia, sin un Río Sena al costado, y lo más lamentable, sin Amélie, pero saturada y encajonada de oficinas de instituciones públicas y/o militares. Pero después de todo igualmente le gustaba mucho, siempre decía "Karl Brunner hizo un buen trabajo".