viernes, 30 de octubre de 2009

De como recordarte sin querer hacerlo

Segunda Parte
Cuando me fui de la casa, pensé que era solo un capricho adolescente y no duraría ni tres meses. Pero la idea de independencia era algo que perseguía desde hacía mucho tiempo. Y bueno, tan lejos no andaba. Alcancé a estar casi por un año. Y volví. Y cuando lo hice encontré todo tan mal, todo tan distinto a como quería que fuese realmente. Ya tenía otra perspectiva y quería cambiarlo todo. Quería que todo marchara a la pinta mía, pues siempre creía tener la razón de cómo sobrellevar esa casa, de cómo hacer que las cosas funcionaran bien. Lo intenté y no lo pude hacer. Nuevamente me fui. Esa vez huyendo de forma definitiva. Y nuevamente a empezar de cero, como siempre lo he hecho. Siempre me he tenido que reformular desde el principio. Siempre me he tenido que construir una nueva vida, no muy distinta a la que tengo, pero todo el tiempo empezando de abajo. Han pasado varios años desde esa decisión. Hoy todo marcha a la perfección, creo. O quiero creer. Disfruto de mis medianos éxitos, de mi mediana solvencia económica, que al final de cuentas no sirve de mucho, pues sigo solo. Disfruto de la soledad para encontrarme a mí mismo, pues también sigo sin entender lo que sucede conmigo. Extraño la compañía de alguien, la extraño.

A algunos de mis compañeros del liceo les ha ido peor que a mí. Algunos simplemente han muerto.
Otros, estuvieron o están metidos hasta las patas con las drogas, y otros simplemente tomaron el camino fácil. Y claro, porque el liceo donde estudié era un asco si lo comparo con los liceos o institutos en donde estudiaron mis ex compañeros de la básica. En ese liceo casi todos piteaban o tomaban, incluso en la misma sala. Hasta con los profesores. A casi la mitad del curso le interesaba mucho más un pito o una pichanga que una prueba. Quizá por eso me destaqué entre todos. Era fácil.

Aquel liceo quedaba en medio de tres o cuatro poblaciones peligrosas, incluida en la que yo vivía. De donde salí. De donde me arranqué. En donde crecí y pasé gran parte de mi corta vida. Hoy, esas poblaciones están iguales o incluso peor, casi tanto como la mitad de los alumnos de aquel liceo que fumaban pitos en el baño, en el patio, e incluso en salas de clases, con los profes. Era terrorífico. Hoy, aquel liceo ha cambiado, pero solo su fachada, por dentro sigue siendo igual que antes, o peor, tal como las poblaciones adyacentes a este. Claro que ahí conocí también a quienes con los que hoy en día tengo una muy buena relación de amistad. Eso ha sido lo positivo, la creación de lazos afectivos. Eso, y todo lo que consigo lleva esos lazos. Personas con buena actitud. Grandes personas que a través de los años se han ido transformando en referentes a emular.

También aprendí una profesión, por supuesto, y es con lo que hoy me defiendo ante la vida. Me quejo, pero ni tanto. Hubiese querido otra cosa por supuesto, pero como dicen por ahí, “es lo que hay”. Ante eso no puedo hacer nada. Mi padre estuvo ausente casi siempre, es lo que recuerdo, y las opciones eran pocas, así como también el dinero, ante lo cual mi madre optó por lo que pudo, con su garra indestructible de siempre.

Me enorgullece hablar de ella, de mi madre, a pesar de ese abismo que nos separa en ocasiones. Abismo que se creó a causa de tantas injusticias y situaciones inimaginablemente dolorosas que no valen la pena recordar. Ella hizo lo que estuvo a su alcance en algún momento y eso es lo que cuenta ahora.

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